Emily Dickinson

Emily Dickinson 

La poetisa recluida 

Poetisa estadounidense cuya obra, por su especial sensibilidad, misterio y profundidad, ha sido celebrada como una de las más grandes de habla inglesa de todos los tiempos.
Su padre fue un abogado culto y austero, según el estilo burgués de Nueva Inglaterra.





Muy pronto decidió aislarse del mundo, manteniendo contacto solamente con unas pocas amistades, como el escritor Samuel Boswell, con quien sostuvo una larga correspondencia. A los veintitrés años, Dickinson tenía conciencia de su propia vocación casi mística, y a los treinta su alejamiento del mundo era ya absoluto, casi monástico. Retirada en la casa paterna, se dedicaba a las ocupaciones domésticas y garabateaba en pedazos de papel (con frecuencia ocultados en los cajones) sus apuntes y versos que, después de su muerte, se revelaron como uno de los logros poéticos más notables de la América del siglo XIX. En su aislamiento sólo vistió de color blanco, rasgo que expresaba la ética y transparencia de su poesía.

Sus primeros poemas fueron convencionales, según el estilo corriente de la poesía en esos momentos, pero ya a comienzos de 1860 escribió versos más experimentales, sobre todo en lo que respecta al lenguaje y a los elementos prosódicos. Su escritura se volvió melódica y a la vez precisa, despojada de palabras superfluas y exploradora de nuevos ritmos, unas veces lentos y otras veloces, según el momento y la intención y no como un patrón rígido, como era usual. Su poesía devino intelectual y meditativa, sin que esto supusiera una merma de su sensibilidad.


A continuación, encontramos dos de sus poemas más conocidos: 


En apariencia sin sorpresa
para la flor feliz, 

el hielo, jugando, la decapita

valiéndose de su momentáneo poder.

El rubio asesino prosigue,
el sol avanza sin conmoverse
a medir otro día, 
para un Dios que lo aprueba.



No he visto nunca una landa,
nunca he visto el mar, 

y sin embargo, sé cómo está hecho el yermo, 

y sé lo que debe ser la ola. 

Nunca he hablado con Dios, 
nunca he visto el Cielo, 
y sin embargo, conozco el lugar 
como si tuviese un mapa de él.



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